lunes, 18 de abril de 2016

Los recuerdos del sobre morado

Vi aquella cajita roja y creí recordar con exactitud qué había dentro de ella: una colección de tarjetas de regalos que alguna vez recibí. De seguro empecé a conservarlas luego de que mi mamá me llamara la atención por precimitarme a abrir los regalos de mi Primera Comunión sin saber quién me regaló qué (por loca, afanada).

Lo que no sabía que también estaba dentro de aquella cajita (de primeras) era un pequeño sobre morado, un poquito gordo, por su contenido, que al verlo supe inmediatamente de qué se trataba: "¡wow, severa terapia!", pensé en voz alta. Eran los mensajes que me habían dejado en mi buzón durante la semana que duró ESPAL (Escuela Pastoral de Líderes, 2003). Ese espacio para mí fue muy valioso y significativo. Creo que lo viví plenamente, que me lo tomé muy en serio. Y, en contraste, los recuerdos no son tantos ni tan precisos cómo me gustaría (quisiera recordar más de lo que aprendí y de lo que viví). Sentí que algo de memoria rescataban esos mensajes...

Creo en mis capacidades de liderazgo aunque en general son medio latentes, siento que siempre puse mi mente y corazón en los ejercicios reflexivos y de exploración de pastoral (me entregué o abrí totalmente, además muchos eran de escribir y tenía muchas ganas de mirar para adentro y comprender, de entregarme a Dios, de vivir la fe) pero como que me quedé ahí y nunca proyecté ese liderazgo; eso por un lado. Por el otro, hoy, con toda la pertinencia del caso me pregunto: ¿cómo pudo haberme ido tan bien (uno de los mensajes se refería a ese detalle) en la prueba de oratoria cuando a este pechito de hablar acelerado suele no entendérsele ni jota (ok, estoy exagerando), más aún improvisando? Bueno... de pronto pude ser consciente de bajarle al acelere para ese caso puntual o seguro por el tiempo que necesitaba para pensar (los temas eran los más rebuscados de la vida y/o corchadores) no hubo forma de revolucionarme. Tal vez me sorprendí en ese entonces ("¿Dios mío, pasé?" Bueno, siendo francos lo que seguramente pensé fue "¡Sí! ¡Me salvé de la piscina!" = me sentí ganadora) y me sorprendo aún más ahora al no comprender ni poder recordar qué fue lo que hice bien.

Estábamos divididos por comunidades y cada una había preparado un baile o coreografía (creo que la nuestra fue con La Bomba). Era de noche, nos presentamos al lado de la piscina y luego, uno por uno, pasaba a una especie de tarima, sacaba un papelito, le daban su tema y tenía un minuto para preparar y otro para hablar. Si se enredaba o le iba mal, pa' el agua con ropa y todo.

No me acuerdo qué me tocó a mí. Solo recuerdo uno de los temas más absurdos-difíciles que le tocó a alguien: "el problema de la mosca en la sopa" y qué le tocó a una vieja a la que yo le caía mal: la corcharon poniéndola a hablar de la OTAN... ¿la qué? Estábamos en octavo, teníamos 13, ok: "Organización Territorial del Atlántico Norte", no pues gracias por descifrar la sigla pero sigo sin tener idea de qué es lo que hace, ella no supo que decir y yo me sentí identificada con su ser "corchado": odio la política, en la vida había escuchado de eso y tampoco hubiera sabido qué decir.

El viernes, creo, fue la final con los que habíamos pasado la primera prueba. La mecánica se repetía. Me parece que no me fue tan mal o que me fue relativamente bien, esa vez no hubo castigo de piscinazo pero al final todos terminamos con ropa en la piscina por pura recocha y, si no me equivoco, como que llovió/lloviznó.

Hay incógnitas del pasado que no podemos resolver y pedazos de recuerdos perdidos... la memoria es tan frágil. Quisiera como "pedir permiso" de usar los recuerdos olvidados (abra-kadabra, vuelvan a mí) con fines educativos (deseo de comprender). Pero eso NO es posible. De todas maneras aunque sea frágil la memoria y los recuerdos imprecisos, Espal es una experiencia que atesoro en mi corazón.




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